Depósitos de amianto

Al igual que ocurría con los canalones de fibrocemento, el amianto fue utilizado también en la fabricación de depósitos de dicho material. Gracias a la impermeabilidad que proporciona, se consideró como una buena aliada para este tipo de instalaciones. Los depósitos pueden ser utilizados para varios fines, es decir, el líquido que almacenan puede ser utilizado de diversas maneras. Pero una de las problemáticas incógnitas es cuando almacenan agua potable, ya que no está del todo claro aún si esto puede o no ser perjudicial para la salud humana.

Puede resultar sorprendente que aun sabiendo las consecuencias sanitarias que posee el amianto, este material se siga encontrando en cientos de miles de depósitos repartidos por todo el territorio nacional. Se debe tener en cuenta que el amianto fue un material altamente utilizado en las últimas cuatro décadas del siglo XX. Sus destacadas características y su bajo coste propiciaron su uso tanto en el sector de la construcción, como en la industria naval y ferroviaria española.

Los depósitos de agua se suelen encontrar en los cuartos de calderas o en las azoteas de los edificios, especialmente en aquellos de zonas costeras. En ellos se almacena agua potable que va a ser consumida por los vecinos en algún momento. Normalmente, el amianto se relaciona con enfermedades provocadas por la inhalación de las fibras, es decir, por la suspensión de estas en el ambiente. Pocos estudios son los que hablan de qué ocurre si se ingieren las fibras de amianto. Algunos relacionan esta práctica con enfermedades digestivas, así como con cáncer de colon. Pero esto no se encuentra aún del todo demostrado, y mucho menos visibilizado. Sin embargo, el miedo y la incertidumbre siguen latentes al no saberse con certeza si su ingestión es maligna o si hay posibilidades de que las fibras se evaporen del agua y queden suspendidas en el aire.

Asimismo, otro de los riesgos de los depósitos de agua fabricados con fibrocemento con amianto reside en la vida útil del material. Independientemente de si las fibras acaban o no en el agua, y si eso supone un riesgo, encontramos que el exterior del depósito también posee este material. Por tanto, una vez finalice la vida útil del amianto (estimada en torno a los 25 años de media), el depósito se desgasta y se fractura. Esto genera la liberación de las fibras de amianto y una contaminación ambiental, por lo que una exposición continuada a dichas fibras provocará patologías.

En la actualidad, estos depósitos de fibrocemento con amianto son sustituidos por otros fabricados con PVC o con poliéster. La incertidumbre sobre las consecuencias sanitarias de los depósitos de fibrocemento podría compararse con la de las bajantes de este material. Ambos elementos se encuentran en muchos edificios españoles hoy en día, sin saber aún qué riesgo supone para los vecinos. Por ello se deberá acudir siempre a una empresa homologada para poder manipular amianto y proceder a la retirada del depósito. A través de esto estaremos eliminando el problema de raíz y sus riesgos.