Las chicas del radio

Durante las primeras décadas del siglo XX se creía que determinados elementos radiactivos como el torio y el radio tenían un poder sanador. En los mercados, se podían encontrar agua con radio, pomadas, pintalabios, jabones e incluso chocolates con radio. Había una gran fascinación por este elemento, desconociéndose en ese momento los efectos que tenía sobre la salud. Al igual que pasó con el amianto, se comercializó durante años sin conocer su peligrosas cualidades.
El radio para ofrecer luminosidad
Uno de los usos que se le dio al radio fue en la producción de pinturas luminosas. La combinación de sulfuro de zinc con radio produce una gran luminiscencia de color verde, y fue esa mezcla la que se usó durante décadas en las pinturas luminosas usadas en esferas y manecillas de relojes, ya que permitía a sus compradores ver la hora en lugares oscuros. Por este motivo, los relojes luminiscentes eran muy apreciados por los soldados de la Primera Guerra Mundial.
En 1914 se fundó la empresa Radium Luminous Material Corporation en la ciudad de Nueva York, que se dedicaba, principalmente, a la aplicación comercial de pintura luminosa hecha a partir de su fórmula patentada, Undark, en diales de relojes.
Las chicas del radio de la empresa Radium Luminous Material Corporation se ocupaban de cubrir las esferas de los relojes con estas pinturas que contenían radio. En su trabajo diario, las empleadas mojaban en esta pintura sus pinceles, los cuales chupaban para evitar que se resecasen las cerdas y afinarlos para poder pintar con mayor precisión. Al finalizar su jornada laboral, ellas mismas brillaban al quedar sus cabellos, piel y vestimenta cubiertos de finas partículas luminiscentes. Ellas mismas llegaban a pintarse las uñas, los labios o los dientes a
modo de broma para posteriormente apagar la luz y dejar sorprendida a la gente con la luminiscencia.
A las trabajadoras se les decía que la pintura era inofensiva (hay que recordar la euforia que se produjo por el radio en las primeras décadas del siglo XX) por lo que desconocían el riesgo al que estaban expuestas, si bien este desconocimiento no era tal para la compañía empleadora, ya que el inventor del Undark era consciente de que el contacto directo con el radio es muy peligroso.
Síntomas
Muchas de las pintoras de esferas comenzaron a manifestar graves dolencias. Sus dentaduras se destruían, causando fuertes hemorragias que conducían, incluso, a la muerte. Se producía degradación ósea de la mandíbula, y sufrían intenso dolor e inflamación en ella. Algunas tenían tanto radio en el organismo que el aire que expulsaban era radiactivo y se podía medir el radón que exhalaban, debido a que el radio decae inmediatamente en radón.
La primera en sufrir un caso grave fue Mollie Maggia. Marguerite Carlough fue la primera pintora de esferas que llevó a cabo una denuncia formal en Nueva Jersey en 1925 y, 13 años después, otra pintora, Catherine Wolfe Donohue, protagonizó uno de los primeros casos de la historia en los que una empresa era declarada culpable por los problemas de salud de sus trabajadores.
Se estima que alrededor de 4.000 pintoras fueron expuestas a las pinturas con radio, aunque se desconoce el número de personas que murieron por intoxicación y los efectos perjudiciales en familiares y amigos.